Bajo los arcos del cuarteto Ysaÿe, las bailarinas javanesas resurgen como
una impresión lejana. La música parece acompañar un teatro de sombras.
Buena parte del público permanece insensible a los colores impresionistas
de la partitura. Al final del concierto, los aplausos son tan fríos como las
temperaturas invernales. Los críticos se apresuran a verter su hiel. ¡Las
sonoridades son verdaderamente demasiado exóticas! Entre el público se
oyen algunos comentarios agrios:
“Es música para los salvajes”,
o también:
“¿Ustedes, han entendido algo?”,
e incluso:
“El pobre compositor ha debido de
abusar de los paraísos artificiales”
. Afortunadamente, numerosos músicos se
hacen lenguas, reconociendo la rica variedad del cuarteto.
“Querido amigo
mío, ¡aquí alcanza Usted la cumbre de su arte!”
se exclama Paul Dukas. Ravel que
no se encuentra lejos intenta acercarse pero su timidez le impide ir más allá.
Se limita a saludar a distancia al maestro. A través de ese breve intercambio
demiradas, mezcla de admiración y de incipiente rivalidad, el joven presiente
que, entre ellos, nunca habrá verdadera amistad. El futuro le dará la razón.
70 DEBUSSY, RAVEL_CUARTETOS DE CUERDAS